jueves, mayo 06, 2010

“Bienvenidos al monstruo de cemento, que se alimenta de carne y sangre humana”

El país con mayor impunidad de toda la galaxia, superado sólo por los agujeros negros de los alrededores de Trantor, no está exento de hacinamiento carcelario. Muy por el contrario, la población de cárceles venezolanas superan en un 200 y 300% su capacidad instalada, al punto que en el extinto programa "Alerta", quince años atrás, se denunciaba abiertamente los mecanismos de manejo de espacios entre los reos, llegando a pagarse alquiler al jefe de la banda de turno, por el simple derecho a dormir en un escalón.

Hoy día, tras 11 gloriosos años de Involución, el hermetismo es total respecto a la situación penitenciaria nacional, al punto de evitarse a toda costa el ingreso de medios televisivos a los recintos carcelarios. Sin embargo, organizaciones como PROVEA, aseguran que cada día muere al menos 1 recluso dentro de las cárceles venezolanas.

A veces olvidamos que se trata de seres humanos los que se encuentran tras esos barrotes, por lo general chivos expiatorios de los verdaderos delincuentes, jóvenes implicados en sucesos en los cuales no tienen responsabilidad alguna, pero deben sufrir interminables años en esas gigantescas letrinas, esperando por un juicio que nunca llega.

Uribana, o Centro Penitenciario de Occidente, representa la pena de muerte que ningún condenado desea escuchar: tan sólo en una purga interna que tuvo lugar en Enero 2007 se ascendió, según cifras oficiales, a 16 fallecidos. La realidad triplica esa cifra, y es que testigos aseguran que la cantidad de cadáveres abarrotaba no menos de 12 camionetas. Los forenses, debieron posteriormente jugar al rompecabezas, intentando descubrir a quien pertenecía aquel brazo o cabeza sacado de raíz con la mayor saña posible.




Recientemente, en el Internado Judicial de Yare I, las autoridades encontraron por pura coincidencia, varios recipientes con restos de algunos reclusos que se daban por "desaparecidos". Es responsabilidad directa del Estado, mantener vigilancia y control sobre los individuos que se encuentran en las instalaciones penales del país, pero son tantas las historias de horror y los niveles de violencia, que la Guardia Nacional se abstiene de llegar a determinados espacios, temerosos de su propia seguridad.

No podrá hablarse nunca de "humanización" mientras las fauces del monstruo continúen devorando a todo aquel que entre a sus predios.

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