miércoles, julio 22, 2009

Un aporte de mi amigo Pablo

Sucede que me canso de ser hombre.
Sucede que entro en las sastrerías y en los cines
marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro
Navegando en un agua de origen y ceniza.

El olor de las peluquerías me hace llorar a gritos.
Sólo quiero un descanso de piedras o de lana,
sólo quiero no ver establecimientos ni jardines,
ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores.

Sucede que me canso de mis pies y mis uñas
y mi pelo y mi sombra.
Sucede que me canso de ser hombre.

Sin embargo sería delicioso
asustar a un notario con un lirio cortado
o dar muerte a una monja con un golpe de oreja.
Sería bello
ir por las calles con un cuchillo verde
y dando gritos hasta morir de frío

No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas,
vacilante, extendido, tiritando de sueño,
hacia abajo, en las tapias mojadas de la tierra,
absorbiendo y pensando, comiendo cada día.

No quiero para mí tantas desgracias.
No quiero continuar de raíz y de tumba,
de subterráneo solo, de bodega con muertos
ateridos, muriéndome de pena.

Por eso el día lunes arde como el petróleo
cuando me ve llegar con mi cara de cárcel,
y aúlla en su transcurso como una rueda herida,
y da pasos de sangre caliente hacia la noche.

Y me empuja a ciertos rincones, a ciertas casas húmedas,
a hospitales donde los huesos salen por la ventana,
a ciertas zapaterías con olor a vinagre,
a calles espantosas como grietas.

Hay pájaros de color de azufre y horribles intestinos
colgando de las puertas de las casas que odio,
hay dentaduras olvidadas en una cafetera,
hay espejos
que debieran haber llorado de vergüenza y espanto,
hay paraguas en todas partes, y venenos, y ombligos.
Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos,
con furia, con olvido,
paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia,
y patios donde hay ropas colgadas de un alambre:
calzoncillos, toallas y camisas que lloran
lentas lágrimas sucias.


Imagen DiskDude

2 comentarios:

Carlos Stern dijo...

Para ser Pablo, para que fueras el Pablo que eres, para ser hombre,
para ser, simplemente, tú no hiciste nada, nada de Pablo.
Pero para ser el que escribe que llora, el que nos escribe lo que quiere y lo que no quiere que le suceda, el que se cansa, no de ser Pablo, sino de ser hombre (ser humano, entiendo), para eso no mires a nadie, a nadie asustas mintiendo, sólo a ti mismo, busca que te busca, todo de Pablo.

Pareces un Emo lorquiano, de esos pequeñines pseudosuicidas de los que hablaban los amigos de Irislis, hace unos días.

Mírate los pies, Pablo, prueba a caminar descalzo por el dormitorio mirándote los pies, sin tropezar, luego cálzate y camina por la calle (cuidado con los caraqueños de los que nos previene Irislis, la patrona), camina despacio mirando y viendo, con cuidado, hasta que te sientas Pablo hombre (ser humano, insisto), luego aprende a hablar de nuevo, y a leer, habla de tu pueblo para ser universal, de lo que has visto, poeta, y después de todo eso, si es que sigues pensando en matar monjas con un golpe de oreja lorquiano, háztelo mirar por un maestro.
El mío te envía esto, para ti:

La luna se clava en Pablo con sus puntillas de iris, el calzoncillo en el ojo que está llorando, y Pablo, el chiquillo, la mira y remira, con el ojo de lís la está mirando.

Se acerca un notario catalán pero no se atreve con Pablo, porque una monja le cobija bajo el cuchillo verde, iris armado, bajo el crucifijo de ceniza, y el notario lo entiende y pasa de largo.

Y tú ahí, Pablo, con tu lirio de iris y de lís, como si fueras Brassens inspirado, como el buen gilipollas, como el chapero infeliz, que se se abre la bragueta a solas, con la monja de Lorca a tus pies, llora que te llora.

Ya nadie os ve, ni siquiera la luna, que se marcha en su cuarto creciente, ni el displicente notario, que no se pone ni mirando. Y después, la monja a su calvario, y ya solo, tiritando el lirio, te subes la bragueta, y vuelves a tu osario.

(El chapero infeliz y la vieja cerillera, para Pablo)

Fede dijo...

Asesinado por el cielo.
Entre las formas que van hacia la sierpe
y las formas que buscan el cristal,
dejaré crecer mis cabellos.

Con el árbol de muñones que no canta
y el niño con el blanco rostro de huevo.

Con los animalitos de cabeza rota
y el agua harapienta de los pies secos.

Con todo lo que tiene cansancio sordomudo
y mariposa ahogada en el tintero.

Tropezando con mi rostro distinto de cada día.
¡Asesinado por el cielo!